28 noviembre, 2006

Hasta los mismísimos...




... ¡¡¡¡¡¡PELOS!!!!!!

Cual Escarlata O'Hara andaba yo por los alrededores de Santa María del Mar, repitiendo hasta la saciedad aquello de:
- A Dios pongo por testigo que nunca más volveré a dejar en manos de una fashion victim a mi ya de por sí escasa melena. A Dios pongo por testigo que nunca más dejaré que alguien meta tijeretazo, sin antes demostrarme que mentalmente está capacitado para tratar con objetos punzantes...

Y es que al empezar la semana me propuse que ni los apretones ni el pestazo matutino en el tren, ni el café aguado de la máquina en la facultad, ni el profesor de Patología, ni ningún otro desaprensivo con el que pueda cruzarme, jorobaran mi buen humor. ¡Ya está bien de ir siempre con aquel desaliento y aquella tristeza sin sentido! ¡Ya basta! Empecé la semana de buen humor. No me dejé tentar (sólo lo mínimamente establecido) por las chocolatinas a 0'80, embadurné mi cara con auténtico barro del Mar Muerto, me dediqué el domingo a acicalarme cual la verdadera diosa que soy... Así que siguiendo con la racha de mujer pletórica y sonriente, esta tarde decidí acercarme a la "Pelu", para seguir con este cambio de look. Allí, frente a la iglesia de Santa María del Mar, aquella peluquería donde va la gente moderna, donde por cortarte las puntas te piden antes los ojos y un riñón... Pues allí me fui yo tan contenta.



La alegría duró bien poco, puesto que tras diez minutos de ver volar las tijeras por encima de mi cabeza, empecé a darme cuenta de que la idea no había sido tan buena. Allí estaba aquella deparavada mental, ligando con el tipo sentado en la poltrona de al lado, riéndole los chistecitos (a cual más patético, por cierto), sin pensar siquiera que lo que tenía justo entre sus manos era mi propia cabeza.



- ¡¡¡Que estoy estudiando, payasa!!! ¡Que llevo ya muchos años invertidos en esta cabecita, so burra!



Pero claro, no he dicho nada de eso. Me he callado (galina, gallina, gallina), y he dejado que el hombre terminara de ligarse a mi manos-tijeras. Así que cuando ha terminado y me ha enseñado lo que a ella le parecía una obra maestra, le he hecho retocarlo todo.

-Y ahora centradita, guapa...

Pero no ha habido caso. Quien ha nacido para ser un peligro público morirá así. He salido de la peluquería con ganas de apalizar a la niña mona de los huevos. He enfilado hasta el metro aplastándome el estropicio con ambas manos, deseando que las farolas reventaran por sí solas y así evitar miradas de burla...

Ahora estoy en casa, intentando reencontrar aquel equilibrio conseguido en tan pocos días. Pero creo que por ahora me dejaré llevar por la rábia y la ira, y me cagaré en la madre que parió a la peluquera. Quizás aún queda algo de mi estirpe gitana... a ver si aún le habré echado algún mal de ojo a la nena... No lo lamentaría, si con eso consiguiera que su fashion-melena se convirtiera en lo que ahora es la mía: el pelucón de un Pin y Pon!!!!!!!!
Besos!






24 noviembre, 2006

Posteridad

"Carrer d'Alloza: carter del barri"


Eso es lo que reza en una esquina una pequeña placa de mármol blanco. Evidentemente se refiere al nombre de una calle. El señor Alloza, cartero de profesión, debió de ser muy querido...

Descubrí al amado cartero mientras bajaba hacia la estación, y aquello me dio que pensar. En el caso de que algún día decidan ponerle mi nombre a una calle, ¿qué será lo que rezará la placa de mármol? Y es más, ¿en qué lugar estará dicha placa?

"Carrer d'Amanda Heredia: gitana de pega y eterna estudiante"

Creo que vendría a ser algo así... Y sino tiempo al tiempo...


22 noviembre, 2006

ABC... tamaño XXL

Empecé a darle clases a Lola: 60 años, viuda, diabética y algo ciega. ¿Resultados? Ninguno, a parte de levantarle la moral cada lunes. Por mi parte no me doy por vencida, no podría viendo cómo se vuelca en sus tareas.
Primero una ele, luego una o, otra ele y una a... Ya tiene su nombre!!!!
En fin, a las barricadas, que dirían algunos... Los lunes en el Casal son algo perturbadores...

13 noviembre, 2006

EL FUEGO Y EL COMBUSTIBLE

Hoy le toca a Jorge...

Todas las horas, todos los besos,
cada recuerdo que fuimos echando en el fuego
un día, tal vez, darán calor.


Cada lágrima, cada gota de sudor
que el tiempo fue evaporando;
sonará un silbato de vapor.


Y más allá del espectro visible
habremos sido el fuego y el combustible.



Tomo el dolor, tomo el punzón de los celos,
lo dejo arder en la llama
y un día, tal vez, saldrán de mí.


Y esta canción que se disipa en el viento
como señales de humo,
busca un cielo en que
la leas... Tú...



Y en uno más de los mundos posibles,
habremos sido el fuego y el combustible.


Habremos sido el fuego...


11 noviembre, 2006

CRAC-CRAC

Hace bien poco hablaba con un amigo a cerca de los silencios. De lo difícil que es encontrar a alguien que no intente interrumpir uno de aquellos momentos de relajo tan sólo porque se cree en la obligación de seguir hablando, a pesar que lo que diga no nos importe un pepino.
Sinceramente, en mi vida -hoy en día y a lo largo de ella-, han sido bien pocas las personas que han entendido mis momentos de silencio, o que han sabido que callando yo les contaba más de mí.
A eso mismo me refiero, a ese momento de intimidad, de muda complicidad que se comparte con el silencio. El silencio que se establece mientras bajamos por las Ramblas y observamos a la gente que nos rodea. El sonido de las cáscaras de pipa al romperlas con los dientes... Los minutos pasan y nadie dice nada, pero no hay angustia, porque de eso se trata: de oír el crac-crac de las cáscaras. Luego a alguno de los dos se nos escapa por la boca un pensamiento, y así retomamos el hilo de alguna conversación pendiente.
Me gustan esos silencios, y me fastidia la gente que no logra entenderlos. Que en ocasiones no digamos nada no quiere decir que estemos de mal humor, tristes o melancólicos. Los momentos de felicidad también pueden contarse con el silencio, quizás roto con alguna risa o con un buen abrazo.
Pero los silencios que más me duelen son los que se forman por no tener nada que decirse... Ésos me dan una idea de cómo han cambiado las cosas, de lo poco que aquella persona puede darme ya... De lo poco que tengo que contarle, a pesar que por otro lado me muera por decirle todo aquello que ahora me callo... Es como llevar un peso enorme entre los brazos y no saber dónde dejarlo. Eso mismo me ocurre con esos silencios. Tengo tanto que contar y me gustaría que me escuchasen con la mano en el corazón, pero sé que eso no va a ser posible, así que mejor me callo... Digo, para no desaprovechar palabras ni esfuerzos, que de eso tampoco ando muy sobrada...
Un beso

01 noviembre, 2006

Estando en el templo


La historia del tequila se remonta a varios siglos atrás, cuando unos indígenas de Jalisco debieron refugiarse en una cueva a consecuencia de una tormenta. De repente, un rayo cayó sobre unos mezcales, los cuales quemaron durante varias horas. Cuando la tormenta pasó, el viento llevó hacia los vecinos un aroma agradable. Uno de ellos tomó un pedazo del agave quemado y al probarlo lo sintió dulce. Luego lo ofreció a los demás, que así descubrieron la utilidad de la planta.
Un indígena olvidó el jugo durante varios días y, al regresar a su choza, descubrió un nuevo aroma que envolvía el ambiente. Después observó que del jugo salían pequeñas burbujas que formaban una espuma blanca y espesa. Al probarlo se encontró con un sabor enriquecido y diferente. Luego separó el líquido de la espuma para su consumo.
La bebida motivó en el indígena un cambio de personalidad, de ahí que el líquido se considerara regalo de los dioses.
En los códices mexicas se incluye la representación de la diosa Mayahuel, que con sus 400 senos alimentaba a igual número de hijos, los centzon-totochtin, patronos de la embriaguez.



La etílica locura de una noche bañada en alcohol. ¿Qué me hizo pensar que sería capaz de esconderme a mí misma Aquello para siempre? Bastan dos tragos de tequila y una cerveza para empezar a hablar de cosas ocultas. ¿Me hacía falta un interlocutor? Simplemente una hoja en blanco y como puntadas en una tela vírgen, las letras se alinean las unas con las otras, hasta conformar las palabras que componen lo oculto.

Los márgenes delimitan lo real de lo verdaderamente cierto. Lo externo enmarca las palabras, éstas dibujan los cimientos más internos...


Dos tragos de tequila, milagrosa medicina que no precisa de diván para el juego del sonsacamiento. Me sirve ahora releer lo escrito entonces -en la barra de un bar cualquiera, estando sola frente a este multitetuda diosa-, para caer en la extraña amenaza de lo no-superado, de lo que aún me queda por llorar.



La amarga certeza del autoengaño. ¿También el tequila me ayudaría a borrar aquello que aún parece removerse en mi interior? Y sin embargo no quiero olvidar. Nadie en el fondo desea quedarse sin memoria. El dolor también es necesario, de algún modo nos hace abanzar. No creo ni en los pasos en falso ni en los retrocesos. No hay desamor, porque el amor no se deshace como el hielo... Quizás hay un "pasar el tiempo", un girar de agujas siempre hacia delante. No existe en este caso el arrepentimiento. Lo hecho, hecho está, lo vivido ya dejó suficiente huella en mí.



En fin, algún día de estos puedo pensar todo lo contrario, pero ahora tan sólo veo el encadenamiento de sucesos, detalles que encuentran su lugar en mi mundo. Todo tiene razón de ser, incluso la Nada de lo que un día fue. Y creo que parte de esa lucidez se la debo a la compañía de uno de aquellos centzon-totochtin, el cual me invitó a beber varias veces de su medicina. ¿Y qué se supone que debo hacer con todo lo que descubrí?

Ahora tengo una libreta con unas cuantas hojas casi ininteligibles. Líneas escritas al ritmo de los pensamientos, disparos a bocajarro de tinta, sin comas, sin puntos... Tal cual los apuntes de un coreógrafo enloquecido...

Quién sabe, quizás una noche de estas la Diosa viene a buscarme de nuevo, y me sienta en aquella barra, me tiende uno de sus senos y me da la solución a todos mis dolores de cabeza... Mientras, seguiré estrujándome las pocas neuronas que el alcohol aún no logró matar...

Bebamos, pues!!!