22 de octubre Después de bajarnos en una estación que no tocaba (algo así como Réamour Sébastopol), andamos durante casi media hora hasta que damos con la Rue du Louvre. Ahora necesitamos un café con leche de 3'60 euros para reanimarnos...
Visi queda tan traumatizada con el precio tan excesivo que decide apuntarlo en nuestro diario de viaje.
Primer lugar emblemático que pisamos: el Pont Neuf. Vamos camino de la Cité, primero la Ste. Chapelle, luego Notre-Dame de París.
Visi leyendo el póster informativo a cerca de las vidrieras de la Ste. Chapelle. Ambas no sabemos dónde mirar, a cual más bonita, a pesar que la historia que se cuenta en ellas nos pueda parecer poco creíble...
Tercera visita emblemática. Hace un frío terrible y aún no es ni mediodía. Esperamos que dentro de la Catedral se esté calentito, o al menos eso parece con tanta gente agolpada en sus puertas. Hay, también, mucha emoción.
Saint Michel, camino al Pantheón.
Comida en le jardin du Luxembourg. Bocadillo de cuatro euros. No hay coca-cola, nos conformamos con el agua mineral. Nos impresiona el palacio y los jardines. Todo es tan grande por aquí... La Ciutadella se queda pequeña al lado de todo esto.
Frente la fuente de Maria de Médici. A la chica le contruyeron la casita y los jardines... Alba se conforma con 20 metros cuadrados y con un WC de camping. Las hay sencillas y otras algo caprichosas...
El metro de París tal cual un urinario (olor incluído).
En el puente de no sé qué rey, Alba nos contó el procedimiento de esterilización para entrar en quirófano. El lugar era perfecto...
Subida en "Pont de l'Alma", transbordo en "Franklin D. Roosvelt", salida en "Tuileries". Empiezan las exclamaciones. - ¡Pero qué bien vivían los cabrones! Luego la desilusión de encontrarse el Louvre cerrado. Decidimos que mañana será otro día, y empezará con una visita a la Tour Eiffel a primerísima hora, para seguir andando por los pasillos del gran museo.
Toca hacer el ganso mientras esperamos a que el cansancio (ya presente a lo largo del día) haga que caigamos rendidas en la cama. Hay risas y prisa por colocarse de cualquier modo ante la cámara antes que ésta dispare. Parece que aún te oigo...
24 de octubrelas ocho treinta y bajamos en Trocadéro después de un transbordo agobiante en Miromesnil. La vista nos deja heladas... Bien, eso y el grado bajo cero que nos recibe al salir de la estación. Ahí la tenemos de nuevo, esta vez sin guarda de seguridad antipático que nos impida subir.
Las vistas son preciosas, dentro del disco duro guardo unas cuantas panorámicas de la ciudad en pleno despertar y ajetreo matutino. Lo mejor: celebrar el cumpleaños de la Mamma en la Tour Eiffel. Le canto a medias el cumpleaños feliz y las dos reímos. Esta noche tocará soplar las velas.
Ahí estaba... Y no es tanto como parece.Delacroix en la sala contigua. Me siento de la emoción frente a dos de sus cuadros más magníficos. Mi madre no lo entiende, pero yo debo agradecerle mi sobresaliente en Historia del Arte a este hombre y su "Libertad guiando al pueblo".
Después del bocadillo y la llamada diaria a Barcelona. Les Tuileries con la Place Vendôme detrás.
25 de octubre
Objetivo: Versailles. A pesar del miedo que teníamos de perdernos con tanto transbordo y tanto tren, conseguimos llegar a nuestro destino sin ningun tipo de problema. Versalles se alza majestuoso; la luz es gris y el cielo está más que encapotado.
Durante toda nuestra visita no hicimos otra cosa que decir aquello de:
- Pero què cabrons! La mare del Tanu! Vols dir que calia fer tanta ostentació de poder?
Los turistas catalanes se hacen cruces de cómo se puede llegar a malgastar el dinero en tapices para la pared.
Nos recorremos todas las estancias permitidas, hasta que al cabo de dos horas terminamos el recorrido por el interior del palacio. Salimos al jardín desde las estancias del Delfín, y lo que vemos ya nos deja sin habla. Queda aún por ver tooooooooodo lo demás. Aquí se agradece la extensión, los turistas nos dispersamos y ya no nos molestamos tanto los unos a los otros a la hora de salir en la foto.
La coca-cola casi helada no ayuda mucho, pero el bocadillo nos reconforta. En la otra orilla un grupo de adolescente da de comer a los cisnes, a nuestra espalda quedan los dominios de Maria Antonieta, a nuestra izquiera la mole del palacio nos recuerda que hace tiempo allí se vivió de putísima madre.
Ya vamos algo cansadas, y hace tanto frío que a cada paso que damos parece que se nos clavaran alfileres en los pies, pero el tren que nos lleva hasta el Gran Trianon vale seis euros (ida y vuelta). Acá las agarrás no les dan un céntimo más a estos engreídos. Nos tragamos el dolor y paseamos por los jardines.
Tampoco hemos visto el Petit Trianon ni los jardines del Dominio de Maria Antonieta, eso queda para la próxima vez, cuando haga menos frío y ya esté mentalizada para pagar en cada lugar donde paras. La vuelta se hace algo dura, pero aún y así tenemos ánimos para reírnos de todo lo que estamos viviendo estos días. Ir con la madre de viaje no es tan malo, sobretodo cuando no discutes por casi nada... Cosa que no sucede en el día a día.
26 de octubre
Visi quiere comprar más regalos en las tiendas de la Rue de Rivoli, frente las Tuileries. Debemos esperar una hora a que abran. Nos tomamos un café, visitamos por enésima vez el parque y nos fotografiamos con la maleta de vuelta. En París dejamos a Alba, viviendo un nuevo capítulo bien emocionante de su vida. Por nuestra parte, seguimos nuestra vida en Barcelona, echándola de menos pero deseándole toda la suerte del mundo!